Si aceptáramos que los robots reales siguen las mismas tres leyes de la robótica que en los cuentos de Isaac Asimov, entonces, Yo, Diana, definitivamente no soy un robot.
1. A veces hago daño a otros seres humanos
2. No me gusta obedecer órdenes
3. A veces me hago daño a mí misma, y no siempre tengo ganas de proteger mi propia existencia.
Por lo tanto, no soy un robot, a menos...
A menos de que fuera uno con una anomalía muy severa en las sendas de mi cerebro positrónico.
Y esto explicaría tantas cosas...
jueves, 7 de junio de 2007
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