Sin muchos ánimos siento como las manos resecas por el frío y el jabón de lavar comienzan a deslizarse por el teclado, como por inercia, porque no les queda de otra, y empiezo a trabajar.
No nos hagamos los tontos. No siempre resulta un consuelo el pensar que somos parte de un todo, que nuestro aburrimiento y nuestro asco forman parte de un plan, que nuestra vida contribuye a una evolución del conjunto, aún cuando fuera cierto, no es suficiente.
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