sábado, 25 de octubre de 2008

Regreso de ese gato verdeazul...

Abro los ojos a la realidad de los adoquines que tengo enfrente, y por primera vez me doy cuenta de que no son de un solo color. Una vez que uno empieza es difícil detenerse, sobre todo en un día como hoy en el que hay tanto que hacer que realmente uno no sabe bien por dónde comenzar pero sabe que tiene que hacerlo. De pronto te acuerdas de ese gato azul que viste ¿era realmente azul o era más bien verde? En realidad era verdeazul, verdeazul con rayitas moradas en la espalda, y no sonreía como ese gato de Alicia que aparecía y desaparecía. Pero te has dado cuenta de que has dejado de ser libre, aunque tú no quisieras ahora eres esclavo de tu propia razón y estás, como todos los demás, contaminado y embrutecido por tu propia cultura, que te han metido desde niño por las orejas y por todos los otros agujeros y que te afirma claramente que todo tiene que tener un sentido y una razón de ser y que si no la tiene se la tienes que inventar, pero no quieres pensar ahora en la cultura, sino en el gato verdeazul que estás viendo y que te mira sentado en los adoquines de enfrente y aunque se lo preguntas no te ha dicho qué quiere todavía. Sigues esclavizado, esperando, porque no te queda de otra y te preguntas dónde estará...?¿Dónde estará...? Pero hay algo que no te deja acordarte del nombre de lo que esperas para tatuártelo -es la memoria la que no te deja recordarlo. Y la cosa prosigue más o menos por el estilo hasta que se acaba. No importa si no tomas Coca-cola, porque igual vas a morirte algún día. Se te ocurren cosas raras. Se ha hecho de noche, y eso que apenas son las 10 de la mañana y comienzas a pensar que ya no va a venir. Sólo queda la pregunta de ¿porqué habrá regresado el gato verdeazul después de tanto tiempo para volverte a mirar con esos ojos amarillos? Tristes, desmoronados ojos sobre los que no se te ocurre nada más que decir.

1 comentario:

huelladeperro dijo...

ni a mí, se me ocurre tampoco nada que decir, pero así son las cosas...