martes, 5 de enero de 2010

Hoy en la mañana

Ya es otro día, pero ayer no se ha acabado. Parece que fuera demasiado temprano pero es tarde para mí. En la austeridad del pensamiento matutino, empiezo a perdonarme, como me lo prometí esta madrugada mientras miraba al techo. No sé si está surtiendo efecto.

No sé cuál es el efecto que debe surtir.

La cabeza me la desgrané como a una granada. No hay dolor. No mucho. No tanto como esperé. O acaso es más y se oculta bajo el argumento del escepticismo constante. Pero la verdad es que se cuela un poco a través de las intermitencias que tuvo la desconfianza. Esa maldita ¿ qué clase de escudo, qué tipo de espina inútil eres?

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